domingo, 15 de agosto de 2010

Palabras manoseadas. Hoy: CARIDAD

-«Vicente me enseñó mucho. Me enseñó que lo más importante era la acción. La acción buena, no la "buena acción"».
-«Eso es caridad (con gesto despectivo). Lo otro es SOLIDARIDAD (así, en grandilocuente)»
-«Bueno, que tampoco está mal, no nos vayamos a poner ahora refinados».
-«Ya, pero él insistía en que lo importante era la acción buena».
Oigo en la habitación de al lado el sonido de la televisión, en la que mi madre, para pillar mejor el sueño, tiene puesto ese programa de culto llamado "La Noria". Estaban poniendo por las nubes a Vicente Ferrer, me acerco y de pronto me encuentro con este curioso diálogo entre un par de famosas y el presentador. Estos siguen elogiando a Vicente, pidiendo el Nobel de la Paz para él, que sería el primero de España, y tal y cual. Han tomado a este hombre, sin duda alguien que ha hecho cosas magníficas, para satisfacer la necesidad de la sociedad profana de tener un santo profano al que elogiar para sentirse un poco mejor con ellos mismos y, en el caso sangrante de este programa denigrante, para creerse que valoran en algo la dignidad humana. Y en medio de todo ello, el desprecio a la caridad, o, en todo caso, el considerarla como una virtud mínima, para los que no somos Vicente Ferrer y no podemos optar al alto grado de la solidaridad, que tanto llena la boca (a lo mejor porque tiene un par de sílabas más).
No es un hecho aislado. Caridad es una palabra moñas para la mayoría de la gente, una palabra añeja, manoseada. Carece de un significado verdadero. O, peor aún, tiene un significado peyorativo: se relaciona con la Iglesia y, especialmente, con sus instituciones de ayuda a los pobres, vistas ahora como algo superado aunque actualmente barrios enteros estén saliendo adelante con su ayuda. Subyace esa idea de caridad como: dejo mi ropa vieja para los pobres, doy las monedillas sueltas para los pobres... pero que ni me toquen esos asquerosos pobres. Algo así como la definición de "gringo" que le dio un niño peruano a una amiga mía que estuvo de misiones: «gringo es el que viene aquí, nos deja un plato de comida, se hace unas fotos y después se va». Es una perfecta definición de lo que muchos entienden por caridad.


«Contra la caridad cristiana, solidaridad anarquista», he leído varias veces en decorativas pegatinas dispersas por mi facultad.


La caridad cristiana es falsedad, es dar una limosnilla y seguir abrigada en mi abrigo de pieles, es no implicarse, es mirar por encima del hombro cómo otro se come las migas que yo dejo... Eso es lo que es para los que la menosprecian.


No se han enterado de nada.


La caridad «es paciente y muestra comprensión. No tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo.
No se alegra de lo injusto, sino que se goza de la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo» (I Corintios 13, 4-7).

De todos modos, que un profano no se haya enterado de qué es la caridad es excusable. Pero si un cristiano también piensa que caridad es soltar una moneda y tirar p'alante, la cosa es bastante más seria. Afortunadamente, cada vez veo menos casos así.

Caridad es DAR LA VIDA. Caridad es amar. No es acción buena, ni buena acción. Es la acción de donarse.

Devolvamos a las palabras su significado. Y si alguien no se ha enterado del de esta... tengamos paciencia con él, y caridad (pero de la de verdad).

7 comentarios:

white dijo...

:)

-white

Anónimo dijo...

El problema radica en que, precisamente gracias a la Iglesia y su peculiar historia hasta hoy en día, "caridad" se ha convertido en sinónimo de "darle al pobre las sobras que caen de la mesa del rico" y ha perdido por completo su relación con la solidaridad, la justa distribución de la riqueza y la justicia social.

En el mejor de los casos, ha adquirido un significado obsoleto de generosidad paternalista y mal entendida. En el peor, el de una actitud hipócrita e incluso una rémora cínica contraria a la justicia social. Las palabras no existen en el aire de forma abstracta e intemporal: las usamos las personas y las sociedades, las hemos usado durante mucho tiempo y bastantes de ellas tienen una historia y una carga determinadas detrás. "Caridad" es una de ellas.

Por decirlo más técnicamente, el significante se ha mantenido pero el significado ha evolucionado por el uso que se le ha dado a lo largo de la historia y las evocaciones semióticas a las que se ha ido vinculando durante generaciones de hablantes. Esto ocurre constantemente en todos los idiomas y resulta un hecho básico para la lingüística evolutiva (la manera como cambian los idiomas con el transcurso del tiempo). No es bueno ni malo: simplemente, es así.

Roberto Gómez dijo...

Yo ... un poquito más allá ... ya que no echo de menos la certera referencia del objeto de la caridad.
Caridad es el don espiritual, el amor de Dios que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano y que lleva a entregarse a su vez al mismo Dios y al prójimo.
No es exactamente darnos al otro, sino ver a Dios en el otro, en el prójimo. Pero esto en una segunda acción, ya que la primera es la gracia.
La solidaridad ve a otro ser humano, la caridad ve a al mismo Dios sufriente, no opera por el otro ni en su raíz (qué la motiva) ni en su fin (otro ser humano), sino la imagen viva de Dios.

De ahí que la solidaridad, muy bonita ella y "loable", no llegue a ningún sitio. Mientras la caridad ordena las cosas. Con la primera damos lo que nos sobra: dinero, tiempo, vida ...; con la segunda damos lo que es de justicia, lo que ya pertenecía al otro porque nada es nuestro, sino de Dios.

El cambio es radical. Los de la pancarta de tu facultad no entienden la diferencia, entre otras cosas porque no ven personas sino clases sociales, la persona en sí no existe.

No le doy 5 euros al que pide porque yo sea un tipo cojonudo o desee salvar el mundo, sino porque esos cinco euros no son míos, y el mismo Cristo, Dios y Hombre, me los pide a mi paso, me los reclama en justicia.

Un saludo.

Angelo dijo...

Sus. Te había perdido en mi blogroll y te vuelvo a encontrar. Qué alegría.Estos cambios de plantillas me han dado más de un disgustillo, pero poco a poco los antos me hacen caso y me ayudan a encontrar lo perdido. Un saludo afectuosos

Y resucitar contigo dijo...

Acabo de descubrir tu blog por "un poco de todo", por lo que he leído en él: ¡felicidades!
Me he llevado una sorpresa, porque no sólo he descubierto que eres de mi diócesis, sino que además vives en mi ciudad.
Volveré a visitarte.
Un abrazo!

Sus dijo...

Hola a todos.
Lamento mucho no contestar casi nunca a las aportaciones que hacéis, soy de un dejado... pero me he propuesto enmendar eso, vaya que sí :)

Muchas gracias a todos.

Para Anónimo:
La historia de la Iglesia es tan peculiar como la historia de cada uno de los que la componemos. Tú te has quedado con esa parte, olvidando la de aquellos que se han hecho pobres con los pobres. Es una pena que decidas voluntariamente perderte la mejor parte, pero respeto tu elección. Con todo, te recomendaría un vistazo a la Doctrina Social de la Iglesia, desde León XIII hasta hoy. Harías descubrimientos sorprendentes.
Y, por cierto, todo eso del significado y el significante me lo sé. Cuando ocurre por razones evolutivas naturales, es algo normal y corriente contra lo que no tengo nada que objetar. Cuando se cambia el significante de una palabra a mala leche para desacreditar a alguien, entonces todo cambia. Ahí no hay lingüística evolutiva que valga, sino más bien demagogia. Como la demagogia que usaron en ese programa del que hablo en esta entrada de blog.

Roberto, muchísimas gracias por la aportación, completa y mejora de forma estupenda lo que yo quería decir.

Angelo, no me digas que los cambios de plantilla dan problemas a la hora de seguir ciertos blogs... qué rabia. Espero que no me pase demasiado. Gracias por volver a pasarte por aquí.

Patricia, deduzco por tu foto que eres quien está impulsando lo de la Adoración Perpetua en Facebook, subiendo fotos y enlaces. Muchas gracias por ello y por tu visita a este blog. Me alegro mucho de que te guste.

Y muchas gracias, White :)

Angelo dijo...

No hay mejor definición que la que hace San Pablo y que tú citas en tu post. Gracias por compartir esta reflexión.
Saludos