sábado, 27 de noviembre de 2010

Vencidos por el tiempo

"Recoged ahora las rosas de la vida,
que el tiempo jamás suspende su vuelo,
y esta flor que hoy se abre
mañana estará marchita."
Hay que ver lo antiguo que es reflexionar acerca del paso del tiempo. Supongo que tan antiguo como el hombre, o tanto como la muerte, pues sin ella esta preocupación sería mucho menor, si acaso no desapareciese.
La cita anterior es de la película El club de los poetas muertos, que debí ver alguna vez cuando era pequeña y que después no he vuelto a tener oportunidad de ver, aunque he oído referencias a ella en bastantes ocasiones. Esta frase era de aquellas que las adolescentes escribían unas a otras en las carpetas, cuando aún se llevaba eso, y en una carpeta o cuaderno de una hermana mayor la vi. Supongo que el éxito de esta película es que a los chavales debió parecerles muy molón y muy contestatario poner en duda todo bajo capa de la levedad del tiempo. Tatúate el "Carpe diem" en tu frente, y molarás, no te privarás de nada, vivirás a tope, colega: este parece el mensaje que muchos entendieron. "Tengo que probarlo todo ya, porque mañana podría haberme muerto", no es un argumento extraño en niñas de 15 años, ante aquel que les diga que son demasiado jóvenes para según qué cosas.
Autores clásicos de nuestra literatura, esos que estas mismas niñas y niños estudian de pasada y por obligación en el instituto, hablaron de esto mismo antes que el profesor interpretado por Robin Williams. Recientemente veíamos en las clases particulares que doy ejemplos de este tema en Garcilaso, Lope de Vega y Góngora, y lo mismo podemos encontrar en La Celestina, o en las famosas Coplas de Jorge Manrique. Y antes que todos estos, nuestros padres en las letras, griegos y latinos.
Esto encierra una verdad que el Evangelio reconoce: que no sabemos el día ni la hora. No, no somos dueños de nuestro tiempo. Nadie nos preguntó para traernos a esta vida, y nadie nos preguntará para cuando llegue el momento de abandonarla. Tener esto en cuenta puede quitarnos muchas tonterías de la cabeza, pero es un arma de doble filo. Podemos, por un lado, caer en la cuenta de nuestra limitación y vivir expectantes ante este misterio. Pero podemos, por otro lado, acabar pensando como esas niñas a las que aludía: si me voy a morir igual, y además no sé cuándo, ¿qué más da si está bien o mal lo que haga?
Lo que está claro es que para quien vive sin esperanza cierta, el tiempo es un enemigo. El tiempo nos va pudriendo, y de ser bellos y maravillosos nos convierte en viejos decrépitos. Mi madre a veces me suelta alguna reflexión de ese tipo, cuando en televisión sale algún famoso que ya sobrepasa los 70: "mira lo que fue de joven, y míralo ahora... ¿tú crees que eso es justo?".
Hoy, que más que hacer estas reflexiones vivimos dentro de ellas, el tiempo es nuestro enemigo porque nunca  es suficiente. Vivimos con prisa, nos hacemos indiferentes por la prisa, esperamos que el otro no nos haga perder demasiado el tipo, exigimos al camarero del bar que nos sirva como las balas, no pasamos tiempo con la gente que amamos por culpa de la prisa... Nuestra inhumana concepción del tiempo nos lleva a crear un mundo inhumano. Y algunos, como es mi caso, vivimos enfermos de impuntualidad constante y de dejadez endémica, y la prisa nos hace más daños, porque se junta con el daño que nos hacemos nosotros mismos al no saber valorar ni aprovechar el tiempo que se nos ha dado. Vivimos, en resumen, vencidos por el tiempo. 

1 comentario:

Juanan dijo...

Qué diferencia hay entre la "agonía de la prisa" como dice Silvio, de valorar el tiempo según el presente, y el reposo y la tranquilidad de valorarlo desde la eternidad. No me refiero ni al pasado ni al futuro, sino a ver los tres tiempos como una sola historia. Entonces es cuando uno empieza a descubrir un sentido a su vida, y toma las decisiones en función del mismo.

Esas chicas se preguntarían entonces, ¿merece la pena lo que estoy haciendo con mi vida?