domingo, 25 de mayo de 2014

Machismo, bipartidismo... y más de lo mismo

Hace unos días tuvo lugar el debate entre los dos principales candidatos de nuestro país para las Elecciones al Parlamento Europeo que se celebran hoy. Al día siguiente, el candidato del Partido Popular, Miguel Arias Cañete, afirmó que se había contenido mucho en su discurso porque mostrar «superioridad intelectual» frente a una mujer habría sido claramente tachado de machismo. Vaya, que don Miguel concibió el debate  como una guerra entre Alemania y Liechtenstein, como una pelea entre Vin  Diesel y Peter la Anguila, como una partida de ajedrez entre Kasparov y  Belén Esteban, o como un duelo interpretativo entre Luis Tosar y Mario Casas. Desigual a todas luces. Vamos, que Cañete pensaba que se comería con patatas a Valenciano y aún se quedaría con hambre.

Ahora el candidato del Partido Popular ha pedido disculpas. Se hizo de rogar seis días (una eternidad, en plena campaña), pero el tema ya ha acaparado el debate político el tiempo suficiente como para sacar las cosas de quicio. Cañete dio por hecho que las tenía todas consigo, pero que algo jugaba en su contra: la sobreprotección que, presuntamente, se ejerce sobre una mujer cuando esta está compitiendo con un hombre en desigualdad de condiciones. Imaginemos por un momento que la situación hubiera sido al revés, y Valenciano (que tampoco es el paradigma del respeto y la consideración) hubiera dicho al día siguiente que no estuvo muy fina porque le daba reparo acorralar dialécticamente a un señor mayor. ¿Habría sido tachada de gerontófoba (término que no se emplea nunca, aunque nuestra sociedad lo es cada vez más)? Probablemente, no. Aunque en campaña ya se sabe que todo vale, o eso parece.


Lo cierto es que fue un debate desigual, pero no porque uno fuese abogado del Estado y la otra no haya terminado la licenciatura, como se ha dicho por ahí con muy mala leche. No. Era desigual porque son dos personas totalmente distintas. El error no está tanto en las palabras de uno o de otro. Está en hacer un «cara a cara» con ellos dos, haciendo de la oposición entre ambos el centro del debate político actual. ¿Se juegan algo el uno contra el otro? Ese es el problema: que sí, que hemos convertido algo que debe ser de todos en cosa de dos (curiosamente, también hemos convertido lo que ha de ser cosa de dos en asunto de todos, pero ese es otro tema). Cuanto más se tiran los trastos a la cabeza, más convierten en una batalla personal lo que ha de ser un asunto social (del mismo modo que pretendemos que asuntos naturalmente sociales se reduzcan a lo meramente personal). Y cuanto más enfrascados están en sus batallas personales, menos estarán haciendo aquello para lo que se supone que son elegidos. Y, lo que es más importante, cuanto más entremos los ciudadanos en esas batallas del «nosotros contra vosotros» y del «y tú más», más estaremos olvidando que lo que se juega no es un partido de fútbol entre equipos de diferentes colores, y que los protagonistas debemos ser nosotros, no solo ellos. Y que mientras sigamos votando en contra de Fulanito o de Menganita, y menos a favor de lo que consideremos mejor para todos, estaremos perpetuando los males que hoy nos aquejan como sociedad.

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