viernes, 22 de marzo de 2013

Teselas o brochazos

Y así, poco a poco, nos vamos acostumbrando. Nos acostumbramos a ver, en ese traje blanco, bajo ese solideo blanco, un rostro nuevo. Nos vamos acostumbrando a esa sonrisa amable, a ese dulce acento venido de tan lejos: «Carissimi fratelli e sorelle...». A unos gestos distintos, a una distinta forma de proceder, pues se trata, en suma, de una persona distinta. Su nombre se ha repetido mucho en los últimos días, un nombre que, a falta de número, necesita ir acompañado del título, para evitar que confundamos a este Francisco con otros tantos que pueblan nuestra vida.

Se ha iniciado un pontificado bello, dado a cambiar nuestros esquemas.

La primera «estructura» que necesita ser reformada a diario es nuestra armazón ideológica. Si no, toda exigencia de cambio será superficial y simplista.

Algunos siguen empeñados en que la Iglesia, en lugar de un hermoso mosaico, ha de ser un conjunto de brochazos. Desde esta perspectiva, los gestos de Francisco se convierten en brochazos que cubren los anteriores pontificados. Y, en concreto, del pontificado de Benedicto XVI. Qué lástima: pensar así le hace a uno perderse mucho. Perderse todo lo que de bueno tiene aquel aspecto de la Iglesia, o de la realidad,  que no nos da la razón de buenas a primeras. Ir por la vida buscando que se nos dé la razón constantemente es muy triste; aunque más triste es creerlo cuando no es cierto. Francisco empezó su pontificado pidiendo una oración por Benedicto XVI. Aquello debería haber dejado claro que este hombre ha venido a construir sobre lo que ya había construido, a trabajar por esta Iglesia que es siempre nueva, sí, pero también siempre antigua.

Me encantan los colores que Francisco está aportando a este mosaico (y los que nos quedan por ver). Todo intento de brochazo no irá a parar sino a nuestros ojos. ¡Ojalá no nos acostumbremos a verlo todo de un mismo color!
Simplifica un poco, pero es una buena imagen, ¿verdad?

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