lunes, 22 de febrero de 2010

No somos productivos

Hace unos días leí una entrevista a Vitorio Messori, un escritor que a los 23 años vivió una conversión inesperada y desde entonces ha publicado más de 20 libros. El último de ellos tiene un título que no requiere demasiadas explicaciones: Por qué creo. Una vida para dar razón de la fe. Este hombre considera que su vida está para eso, y no seré yo quien le contradiga. No hay mejor manera de emplear el tiempo que se nos ha dado.
Lo que más me llamó la atención de la entrevista fue cuando Messori comentó que tiene muy presente eso que dice el Evangelio de: "mucho se le pedirá al que mucho se le ha dado". Afirma que esa es su situación. Pero... no es el único. Somos muchos los que hemos recibido mucho y no deberíamos permitirnos desperdiciarlo, ni enterrarlo como el talento de la parábola. Como alguna vez he hablado con un cura amigo mío que es muy sabio, caemos muy a menudo en el pecado de omisión, y lo peor de todo es que no le damos la importancia que merece. Concebimos siempre el pecado como "algo que he hecho mal", pero pocas veces pensamos en los bienes que hemos dejado de hacer. O si lo pensamos, nos cuesta mucho más buscar soluciones.
Esta reflexión parte de mi propia vida: unas capacidades que no aprovecho, un espacio vital que no ordeno, un tiempo que no empleo como debiera... y sobre todo, un amor que no entrego lo suficiente. Una vez leí que el examen de conciencia de cada noche no debería revisar lo que he hecho o he dejado de hacer, sino lo que he amado o he dejado de amar. Esta es una "productividad" muy distinta a la que se entiende comúnmente. Pero sin ella, cualquier otra consumiría la vida sin más.
La maldad extrema es cosa de unos pocos, y es fácil decir, a la vista de esos pocos, "qué mal está el mundo", o "me avergüenza el género humano". La mayoría no nos consideramos malos. Pero... ¿y pasivos? ¿No somos demasiado pasivos? ¿No resulta contradictorio que nos escandalicemos de las consecuencias de la falta de amor en el mundo y que, por nuestra parte, no nos empeñemos en aumentar ese amor?
El miércoles pasado empezamos la Cuaresma. A la vista de todo esto, me gusta concebir este tiempo como una oportunidad de "re-ordenar la vida". Y de re-ordenarla hacia el Amor. Nada de privaciones sin sentido, ni de propósitos estilo año nuevo. Todas las privaciones deben ir encaminadas a quitar lo superfluo de la vida, porque re-ordenar implica hacer un poco de limpieza. ¡Y anda que no me cuesta a mí hacer limpieza!

Desde hace un tiempo, me angustia la idea de que el tiempo se me pase cada ver más rápido. Me han dicho alguna vez que eso es así cuando uno pasa de niño a adulto. Cosas de la vida. Sin embargo, estos tiempos privilegiados que se nos regalan, como la Cuaresma, son perfectos para que el tiempo no se nos escape "como si nada", sino que vivamos día a día su sentido. Sería una pena desperdiciarlo.

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