sábado, 27 de junio de 2009

"Nadie tiene hoy su fe segura"

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque ella ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,

ni de dónde venimos...!


Este poema de Rubén Darío me apareció recientemente en un examen, y tanto por la belleza de su forma como por la contundencia de su fondo quise hacerme eco de él en mi rinconcito, rompiendo un poco con mi habitual tendencia de crítica de medios e instituciones para introducir una reflexión sin más acerca de esto. En el turbulento ambiente del cambio del siglo XIX al XX, era común esta sensación de caminar a la deriva, de estar solos ante la nada... La fe ciega en el progreso mostraba sus muchos huecos oscuros y su mucha ausencia de respuestas, y las mentes más despiertas y los espíritus más inquietos se daban cuenta, a veces de forma tan bella como la de este genio, de que faltaban muchas respuestas, muchas esperanzas, muchas claridades. A esto se sumaba que ellos, los de América latina, debían afrontar su incierto futuro tras desligarse de la metrópoli y tras los muchos desengaños que tras la deseada independencia se habían sucedido. “Nadie tiene hoy su fe segura”, escribió José Martí una vez. Y hoy, pasada la gran turbulencia histórica de las grandes revoluciones, llegados a un momento de comodidad inimaginable años antes... ¿qué tenemos? ¿Ha cambiado el sentimiento de lo que expresaba ese poema hace ya un siglo? Entonces, la confusión y el aturdimiento ante lo desconocido eran tan generales que no era extraño leer acerca de esto. Me pregunto si en sus conversaciones diarias surgían estos temas. Hoy, ni en las conversaciones diarias ni en los escritos, más allá de honrosas excepciones y de no tan honrosos edulcorados y fatalistas discursos de muchachos desengañados vete tú a saber con qué, ya que apenas les ha dado tiempo. Pero al resto de la gente, la comodidad material que atravesamos le ha llegado a la mente, y no hay respuestas para quien pregunta sobre lo central, sobre lo existencial. Y aunque a todos nos alcance en mayor o menor medida la angustia de lo inevitable, se “remedia” con un “la vida es así” y seguimos mirando para otro lado. También es cierto que poco se puede hacer, y entiendo que los discursos salvíficos muchas veces se quedan en eso, en discursos...

En 1905, y hoy, en 2009, este poema relata una angustia que se hace siempre antigua y nueva, tanto como la misma humanidad.

Me sumo también a las condolencias por la muerte de Michael Jackson. Un genio como pocos que ha marcado varias generaciones. Una vida en la cumbre difícilmente se puede soportar sin caer en las muchas debilidades de las que somos presa los seres humanos. Y nadie es quien para culpar a nadie. Así somos las personas, ensalzamos y hundimos sin medida y sin piedad, a nuestros ídolos, a nuestros villanos, a nosotros mismos...Somos extremos. Y casi siempre alabamos cuando ya es demasiado tarde. Cuando el destinatario de nuestro gesto de cariño ya se ha ido. DEP Michael.

3 comentarios:

Pharpe dijo...

Lo cierto es que es muy bonito dicho poema. Tienes razón que sus palabras tienen tanta vigencia hoy como entonces.

Besos

Sus dijo...

Muchas gracias, me alegro de que te guste. Vuelve cuando quieras. Un abrazo.

Juan-Luis dijo...

Sabes? es mi poema favorito desde siempre...jejejejejejejejeje...