sábado, 26 de octubre de 2013

Replantear la huelga

Las huelgas, como medida de protesta ante una situación que se considera injusta, o ante amenazas a los derechos laborales, surgen en el contexto del mundo obrero, en el que han posibilitado considerables mejoras en las condiciones de los trabajadores, al menos desde la Revolución Industrial hasta ahora, aunque está claro que en eso aún hay mucho por hacer. En los trabajos relacionados con la producción, los empleados muestran, paralizando su actividad durante un tiempo, lo necesaria que es esta, y que no pueden realizarla de cualquier manera; este mensaje llega a quienes requieren de su mano de obra, y tratan de llegar a un acuerdo que beneficie a ambas partes.

Por tanto, una huelga como medida de presión tiene sentido en el mundo del transporte, de las fábricas, del comercio... donde un parón en la actividad perjudica, directamente (aunque no exclusivamente) a quien está amenazando las condiciones de los trabajadores.

Dicho esto, ¿a quién perjudica una huelga en educación? Está claro que no a quienes están amenazando a los derechos de estudiantes y docentes, que se limitan a contemplar la situación desde sus escaños y despachos, sin que les salpique más que a título nominal. El mensaje les llega de lejos, no hay auténtica presión. Bien al contrario, les sirve de pretexto para cerrarse aún más en su postura.

Paralizar la actividad en el sector de la educación a quien perjudica es a los estudiantes, que pierden clase, a los padres, que no tienen dónde dejar a los niños esa mañana, y a los docentes, que pierden parte de su sueldo y del tiempo que necesitan para cumplir sus objetivos curriculares.

No podemos organizar las protestas de educación con los esquemas de las fábricas, los transportes o los comercios. No sirve igual. Por mucho que se tenga conciencia de clase obrera, que eso sería un asunto aparte, no somos operarios de fábrica ni comerciantes. En la educación no hay clientes (y no queremos que los haya, ¿verdad? por eso nos oponemos a la LOMCE y su visión mercantilista de la educación). En la educación hay niños y jóvenes que llegarán a final de curso, a la Selectividad, la Reválida, o lo que quieran ponerles, habiendo perdido clases; y, lo que es más importante, habrán perdido tiempo de aprendizaje.
Imagen: flickr.com

Además, una huelga de Educación desvirtúa el sentido de la protesta y el concepto mismo de huelga. El sentido de la protesta, por lo que he dicho, porque el mensaje no llega a quien tiene que llegar del modo en que le tiene que llegar; y el concepto de huelga, pues, no nos engañemos, todos hemos sido alumnos, y, aunque los hay muy concienciados, para una gran parte de los mismos una huelga no es más que un día libre para quedarse en casa durmiendo.

Es necesario repensar la huelga, replantear la protesta. Seguro que pueden encontrarse fórmulas más propias para defender la educación sin dejar de educar. Iniciativas como la de las aulas en la calle, por ejemplo, son, a mi juicio, mucho más efectivas. Seamos creativos. En muchas de las materias que están presentes en los colegios e institutos puede tratarse la ley educativa como centro de interés. Muchos dirán que eso es meter ideología en el aula. Obviamente, no se podría hacer de cualquier manera. Pues se tendría que formar, más que informar. Pero... para eso están las aulas, ¿no? Información sobreabunda por todas partes. Formación no, y es ahí donde queda patente lo necesario que es protegerla y defenderla.

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