sábado, 23 de abril de 2011

Sencilla, sublime... Santa

Semana Santa. Un año más, encendemos el televisor y encontramos, básicamente, dos tipos de escenas: las de quienes viven estos días según costumbres "piadosas", y las de las playas, las "operaciones salida" y quienes aprovechan los días libres para buscar algo de viento fresco.
Dentro de las primeras escenas, encontramos desde tradiciones preciosas hasta burradas que poco tienen que ver con el culto razonable, pasando por devociones populares de lo más diverso. El resto de españoles miran a la tele desde sus lugares de descanso o desde los hogares de los que no se han movido, y tal vez tengan ocasión de reírse y comentar lo "piraos" que están esos que se auto-flagelan o se hacen crucificar. Y posiblemente algunos se queden con la idea, alimentada por el morbo televisivo, de que todas esas diversas escenas que contemplan son la forma "religiosa" de vivir la Semana Santa.
Hay, en cambio, otra escena distinta de todas ellas y que no encontrarás en la caja atontada, pero sí en tu parroquia, en la mía, y en todas las que hay en nuestras calles. Se trata de los oficios de la Semana Santa, esas celebraciones que nos hacen vivir la Cena del Señor, su angustia en el huerto, su camino a la Cruz, su entrega total por nosotros. Unas celebraciones sencillas, con lo esencial (qué mas se necesita), y tremendamente elocuentes en su simbología. Unas celebraciones que no son de precepto, a las que cada uno escoge si ir o no, pero que en sí mismas otorgan sentido a todo lo demás, y ofrecen a quien quiere vivir la fe adentrarse en el misterio esencial que la constituye.
Esta Semana Santa ha llovido copiosamente, mucho más que en años anteriores y prácticamente en todo el país. Se han amargado los planes de muchos, que han visto entre lágrimas cómo se inundaban las posibilidades de sacar en procesión sus imágenes más veneradas. "Se ha arruinado su semana santa", he oído decir en el informativo. A mí esta lluvia, sin embargo, me ha ofrecido un marco perfecto para el recogimiento de estos días. Los Oficios son un regalo, y la Semana Santa con Cristo en el centro, algo imposible de arruinar, por más que llueva.
Gris está nuestro cielo, mas no triste pues necesitamos esa agua; del mismo modo, de penitencia y silencio son estos días, mas no de tristeza, pues también necesitamos de esa agua, de la que ha brotado de la Cruz y de la que recibiremos en la noche del paso del Sábado al Domingo. En este día, ocurra lo que ocurra en nuestra atmósfera, las nubes se disiparán para dar paso a la Luz.

1 comentario:

Angelo dijo...

Un fuerte abrazo , en el gozo de la verdadera Vida, que Jesús viene a mostrarnos
¡Él vive entre nosotros, nada podemos temer!
Feliz y Santa Pascua