martes, 10 de noviembre de 2009

Desempolvando




Ha llegado el momento de retomar esto. Mi blog ha estado cogiendo demasiado polvo, al igual que las muchas ideas que tengo en mi cabeza y que nunca llego a materializar. Es muy cierto que la pereza es un pecado capital, y todos reconocemos que está mal dejar de hacer lo que debemos porque no nos apetece o porque estamos haciendo algo que nos gusta más. Pero, ¿qué ocurre cuando la pereza te aparta, no tanto de tus obligaciones, sino de aquellas cosas que te gustan, que te dan vidilla, que te acercan a lo que quieres ser? Pues creo que pecador eres igual, pero demás, idiota. Y es en esa pereza-idiotez en la que más caigo yo. Y creo que no soy la única. Renunciamos a vivir porque es más cómodo dejarse morir ante la televisión o ante la pantalla del PC. O, si escogemos la opción popular de esta idiopereza, decidimos vivir lo justo como para tener fotos que colgar en el tuenti o en el feisbuk. Y como la vida del interior no sale en las fotos, directamente renunciamos a ella en muchos casos.

En este tiempo, y mientras mi blog se llenaba de telarañas y no precisamente como decorado de Jalogüin, he encontrado, sin embargo, ganas y tiempo para meter mis letritas en algún que otro medio. La primera vez fue una carta al director que envié al periódico 20 minutos. En un momento de alegría al contemplar la diversidad y familiaridad de la Iglesia, decidí informar a todo aquel que quisiera leerme acerca de un evento que había tenido lugar en pleno centro de Madrid, con cientos de jóvenes unidos: la exaltación de la Santa Cruz con la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, esa cruz que ha recorrido todo el mundo y que es un símbolo de lo que significa ser católico (universal). He aquí el enlace a la carta:
Resulta curioso en los comentarios cómo la gente se siente interpelada por un asunto que, según sus comentarios, no tiene trascendencia. Pues si tan intrascendente es, no entiendo la necesidad de comentar, vaya. En cualquier caso, también me llama la atención el empeño por quitar importancia a nuestro interior, eso que no sale en las fotos, como he dicho antes. Y por supuesto, me hace gracia la gente que comenta en plan "los cristianitos os creéis los únicos buenos"... Pues no, majo. Si nos creyésemos buenos o superiores, no necesitaríamos a Cristo. Los "cristianitos" lo que nos creemos, siguiendo la expresión, es amados, y con ganas de agradecer. Pensaba que esto no era tan difícil de entender.
Mi siguiente incursión volvió a ser en el 20 minutos, esta vez para contestar a otra carta publicada anteriormente en la que un lector increpaba a la Iglesia (y a los políticos, pero ahí no me meto porque yo soy Iglesia, no soy ningún partido) que se manifestara en contra del aborto y no a favor de los anticonceptivos. Me pareció necesaria una aclaración desde el punto de vista del increpado. Una vez más, los comentarios no tienen desperdicio. Aunque hay gente muy poco original en sus insultos y prejuicios. Una pena.
Me animé con las cartas al director y envié una a ADN. Esta me la publicaron en la edición impresa, y va relacionada con la objeción de conciencia de los farmacéuticos a la hora de dispensar píldoras del día después. También respondía a otro lector, un hombre con muy buen ojo que vio el ruinoso futuro de estos farmacéuticos objetores, comparándolos con un estanquero que se negara a vender tabaco.
Y hace poco vino esa absurdez de calendario que hicieron esos "defensores de las libertades" llamados COGAM. Y una vez más, decidí escribir una carta acerca de ello a varios periódicos. Hasta donde yo sé, me lo publicó el 20 minutos. Digo hasta donde yo sé, porque de mi carta en ADN me enteré semanas más tarde porque salió en una conversación que tuve. Es todo un detalle por parte de la gente de 20 minutos avisarle a una de cuándo publican sus cartas. Además de la mía llegaron algunas más, y están todas recopiladas en el mismo sitio, al que había un enlace desde la misma página principal de la web del periódico. Un enlace con una de las "estupendas" fotos de ese calendario. La cosa parecia haber logrado su objetivo: notoriedad, polémica... y sin embargo, ¿quién menciona ya eso? se olvidó, mandando a tomar vientos ese deseo de polémica que tenía dicho colectivo. Aunque también ha quedado en el olvido nuestra propia ofensa. No importa... tantas hay a lo largo del día... y no nos toca a nosotros sino perdonar, porque precisamente esa es la "marca de la casa".

Y haciendo un radical punto y aparte, me gustaría hacer ahora la referencia que más orgullo del bueno me causa: la Revista Misión ha escogido como ganador de su concurso de Microrrelatos Viajeros mi microrrelato, "El viaje que no acaba", que relata de forma muy condensadita el viaje que realicé en el verano de 2005 a Colonia con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. El premio es un fin de semana para dos personas en un hotel de la compañía Rusticae, aunque para mí es también un gran premio el hecho de que mi viaje sirva también de testimonio vital y de estímulo para la próxima JMJ. Aquel verano empezaron muchas cosas en mi vida, y es algo que le deseo a todo el mundo.
Aprovecho para animaros a suscribiros a esta revista, es gratuita y te llega cada mes a casa. Está genial, llena de valores, actual, variada... justo lo contrario a la mayoría de las revistas que hay en el mercado, llenas de frivolidades y aburridas como ellas solas. La suscripción podéis hacerla desde la misma web. Gracias, Misión, por el premio y por la revista en sí.

Bueno, además de mi viaje, parece que lo que no acaba es esta entrada de blog... así que voy haciendo un "corto y cambio", y hasta la próxima.

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