domingo, 19 de abril de 2009

Pa' ti y pa' mi ¡ay! arriba y arriba...

Y así decidí hacer esto. Como ya dije anteriormente, fue viendo un periódico. Una edición del diario Público (¿lo habías adivinado?). La tengo delante; es de hace algunos días. Y es que las ideas en mi mente son ágiles y recurrentes, pero convertirlas en actos es un proceso muy lento. Soy de esas personas que piensan muchas cosas, empiezan unas cuantas y no llevan a término casi ninguna.
El diario Público es bastante nuevo, y se presentó al gran ídem con una campaña publicitaria que pretendía venderlo como la voz de una generación, como un diario diferente, transgresor... y que conectaría bien con los jóvenes; nos intentaba hacer ver que era un diario pa' ti y pa' mi, como la "poca de gracia" que se necesitaba para bailar la Bamba. Bueno, ese era el planteamiento inicial. En mi Universidad lo han acabado regalnado, igual que el ADN o que cualquier diario gratuito sustentado con publicidad. Y así, ha acabado siendo pa' ti y pa' mi, porque está muy a nuestro alcance. Y sí, vaya si es distinto: todos sabemos que el concepto "objetividad periodística" es algo bastante utópico, pero es que Público lo convierte en pura ciencia ficción. Imagino que su novedad es precisamente esa: "no somos objetivos, ¿y qué? Nos mola meternos con todo quisqui"... porque si no, no me lo explico. Tras meses de observar este periódico,observo que la Iglesia está presente, como mínimo, unas tres veces por periódico. Si no la menciona un columnista, es una noticia (no exenta de su parte de opinión, si no no llevaría la marca de la casa), y si no, un reportaje; siempre está la opción de rebuscar entre las cartas de los lectores y responder con gran dosis de sarcasmo a quien haya mandado una opinión sobre un tema relacionado con la Iglesia. La idea transmitida siempre suele ser un "me importa un pimiento" bastante grande, pero... ¿realmente puede importarle a uno un pimiento algo con lo que rellena tanto papel?
En la edición que tengo aquí, aparece, en páginas centrales, una entrega del especial "70 aniversario de la derrota de la República". Ese día le tocaba el turno a la Iglesia. Las homilías del odio, se llama el artículo central. Y claro, es normal, dada la importancia que tuvo la Iglesia en esos momentos, los cambios que vivió y que propició, y los muchos errores que se cometieron apoyando lo que después verían que no era tan conveniente como en un principio podían ver. El especial de apenas cuatro páginas no abarca para contar el orígen, ni el porqué, de toda esta actuación de la jerarquía eclesiástica. Simplemente describe, relata ciertas acciones y palabras, las más beligerantes; habla de los curas obreros represaliados en Zamora, de la desigualdad de las demás confesiones religiosas, de los beneficios materiales que la Iglesia obtuvo por apoyar la dictadura... No seré yo quien contradiga, por ahora, lo que ahí se dice, y que podéis leer siguiendo el enlace. No quiero que mi ignorancia sea osada. Pero, como digo, el cómo, el qué se decide dejar en el tintero y qué se decide acentuar... eso juega mucho. Hablar desde el odio de "las homilías del odio" no te deja en un lugar muy distinto. Curiosa es la alusión a "un solo intento serio de pedir perdón". Pedir perdón por los propios errores debe parecerles insuficiente a estas personas, si no te vuelves como ellos ni quieres odiar lo que ellos odian. Querer caracterizarse por qué se ama y no por qué se odia debe parecerles muy poco serio.
Si quitas el especial, y te quedas sólo con el periódico, en las páginas centrales aparece una noticia, "Doctrina provida en los centros de inmigrantes", sobre unos centros gestionados por fundaciones de los Legionarios de Cristo que, por lo visto, cometen el nefasto crímen de informar a sus empleados sobre los males que acarrea el aborto. A pesar de que el calificativo "adoctrinador" aparece atribuido a personas descontentas con estos centros, y de que el responsable de ellos afirma que no se adoctrina a nadie porque es un centro público, el concepto de presunción de inocencia no parece importar a la hora de escribir un titular.
Siguiendo con el festival, en la misma edición, un artículo de opinión de Nativel Preciado, "Teoría de la estupidez", en el que concluía que Benedicto XVI no es estúpido, sino malvado, por lo que dijo acerca del preservativo. Por desgracia, este artículo no está en la red para deleitarnos, pero en el blog de Nativel hay mucho otros, y precisamente ahora el último también habla del Papa (qué casualidad, ¿no?). No sé si alguien de los que se ha echado las manos a la cabeza con las declaraciones del Papa se ha parado a pensar que 1) No dice nada nuevo; 2) No se lo dijo directamente al pueblo camerunés sino a los periodistas que le acompañaban antes de llegar a Camerún y 3) ¿Y si nos detenemos a pensar acerca de esa visión y descubrimos que algo de sentido sí que tiene?
Aquí no acaba el festival de ese día, porque el artículo de Carlo Frabetti, ese señor que escribió uno de los libros que me encantaban de niña, Ulrico y la llave de oro, también tiene algo que decir contra lo que defiende la Iglesia. El nombre de su artículo, "Razón y mala fe", no deja lugar a dudas. Según él, creer que un ser humano lo es desde su concepción es una estupidez anticientífica, y considerar que la persona es algo más que raciocinio y que por tanto hay que defender su vida aunque en un momento dado no tenga capacidad de pensar es ser irracionalista. Y una religión que, según él, defiende el irracionalismo, no merece el más mínimo respeto, ni ella ni sus seguidores. Todos los enlaces que he puesto son interesantes, pero este artículo lo recomiendo encarecidamente, es alucinante cómo alguien que abandera la razón como su dios abandera también la intolerancia hacia los que no piensan igual, usando la razón como arma arrojadiza. Imagino que un cientificista así odiará que la ciencia tal y como hoy la conocemos haya tenido siempre tanta presencia de científicos cristianos. Imagino que le resultaría muy irracional el descubridor de la trisomía del cromosoma 21 (causa del Síndrome de Down), Jerome LeJeune, que era un acérrimo defensor de la vida desde su concepción, auqnue esa vida llevase esa mutación que él descubrió. Carlo Frabetti ha llamado irracionales y estúpidos a tantos científicos e intelectuales que me sorprende la ligereza con que lo dice. Yo no le voy a llamar irracional. Algo condicionado, sí. No por la mala fe que él nos atribuye, sino por la mala uva.

Esto es tan sólo una edición de este diario. No es la primera así, ni creo que sea la última. Es sólo un ejemplo, además de ser la que me dio una idea de cómo orientar mi blog. Por eso, debo darle las gracias, ya que su fijación me ha puesto en marcha. Al fin y al cabo, es otro pequeño mar en el que sumergirse cuando quieres conocer otras visiones. Un mar divertido, si sabes nadar entre sus remolinos sin tragar sus gotitas de veneno diluido.

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