jueves, 8 de abril de 2010

La victoria es sobre la muerte y el pecado

Estamos en tiempo de Pascua, tiempo que deseo feliz, alegre y renovador para todos vosotros. Tiempo de fiesta que se ha librado, felizmente, de ser contaminado de parafernalias, tradiciones vaciadas de sentido y consumismos varios. Llega la Pascua... y ya está. Es una fiesta del corazón, que solo viven quienes han conocido y aceptado la Buena Noticia. Para el resto del mundo es como si no hubiera pasado nada. Se acaba un puente largo, o unas vacaciones cortas, se vuelve al trabajo, la vida sigue igual... La mayor alegría de la Historia queda en el silencio, pero grabada a fuego en el que la desea. Ahora los cristianos nos felicitamos con más intensidad si cabe que en Navidad, pero el único regalo que tenemos compromiso de hacer es el de contagiar al mundo la alegría en lo cotidiano, sin brindis, sin cotillones, sin empachos.
Hablar de Pascua es hablar de victoria. De la mayor victoria, y la única, por contener todas las demás en ella: la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre el mal. Y en su ascenso, cogidos de su mano, nuestra propia victoria sobre nuestra miseria. Sólo existe esa victoria, y sólo ese enemigo. Cualquier «victoria» que haya necesitado erguirse sobre el hermano pierde automáticamente tal nombre, pues pisando al otro se está pisando a uno mismo, a la propia dignidad... y eso es como querer erguirse sobre el mismo Dios, que ha dado cada gota de sangre por esa persona, hecha a su imagen. Es por esto que me causan vergüenza, y más en este tiempo, noticias como la de la misa celebrada anteayer en recuerdo de la «victoria» del Franquismo, con todo lo que ello conlleva: parafernalia de todo tipo, honores caducos y alabanzas a lo que no es digno de alabanza.
«Padre, hace setenta años... hubo una guerra»,
imagen tomada de partido.marianistas.org
Muchos diréis que cada cual tiene derecho a manifestar lo que quiera y que, de la misma manera que los comunistas y afines, entre ellos los miembros del partido que nos «gobierna» y los sindicatos que nos «defienden», cantan la Internacional y conmemoran a sus figuras y víctimas (y a las que se apropian, puesto que recientemente se ha conmemorado a las 13 Rosas como si todas hubiesen sido miembros de su Partido), los del otro lado también pueden hacer lo mismo con sus memorias... Efectivamente, es un argumento muy válido para quien siga empeñado en mantener la existencia de dos bandos, para el que vea bien una convivencia indiferente de dos Españas y para el que crea que las fracturas son mejor que los lazos. Pero no, yo me niego a verlo así. Y menos, con mi Dios como pretexto o, peor aún, como presunto defensor. 
Desconozco si está tergiversado o no, pero una de las citas que destacan de la homilía del párroco de los Jerónimos es cuando habla de la «victoria sobre los enemigos del cristianismo» y de que «hace 71 años que volvieron a triunfar en nuestra patria los derechos de Dios». En efecto, hubo persecución religiosa. Y hubo una reacción a ello, que en un primer momento se vio positiva para acabar con la sangría. Pero no se puede tapar una mancha con otra mancha, y luego celebrarlo como si todo hubiera quedado limpio. Un bando y otro bando podrán ver bien todos los revanchismos que quieran, pero los que queremos ser de Cristo no podemos entrar en eso. Porque si alguien sintió fuerte el peso de sus enemigos, ese es Cristo. En el momento de la Cruz hay un olvido absoluto de esos «derechos de Dios» de los que hablaba ese hombre. Pero Cristo no venció a sus enemigos derramando la sangre de ellos, sino la suya propia. Rompió el círculo vicioso por el cual la víctima se convierte en verdugo, y en verdugo en víctima, de forma constante. Lo más rompedor, lo más revolucionario, lo más liberador, lo único, mejor dicho, es el perdón. «Quien respeta los derechos de Dios, dignifica los derechos del hombre» continúa diciendo este sacerdote. Totalmente de acuerdo, pero esto alude a todos los hombres sin excepción.
Por desgracia, las únicas páginas en las que he encontrado una crónica de la celebración han sido páginas que se caracterizan habitualmente por posicionarse en el extremo opuesto(1, 2, 3). No quería perder la oportunidad de dar mi visión como católica, pero no es de lo único que quiero hablar. Quiero seguir hablando de victoria. De la Cruz... ¿conocéis la Cruz de los Jóvenes? Esa que fue entregada por Juan Pablo II a los jóvenes para que la lleváramos por todo el mundo... pues ahora está en mi Diócesis, y el día 27 de marzo, aún en puertas de la Semana Santa, unos cuantos montamos un pasacalles por varias ciudades para anunciárselo a todo el mundo entre bailes y alegría. En algunos momentos coreamos un grito que quizá conozcáis:
Imagen del pasacalles del 27 de marzo, en Getafe
-¿Quién vive? ¡CRISTO!
-¿Y a su nombre? ¡GLORIA!
-¿Y a su gloria? ¡MÁS GLORIA!
-¿Y a nosotros? ¡LA VICTORIA!
Me daba cierto reparo en algunos momentos, ya que conozco el gusto que tienen muchas personas por tergiversar lo que oyen o leen (muchos católicos nos hemos topado con esto, pero sirvan de ejemplo los recientes y sonados casos de los obispos de Granada y San Sebastián) y tenía la sensación de que muchos podían entenderlo como un grito combativo que habla de victoria sobre algún contrario... pero nada más lejos de la realidad, esa victoria que gritábamos es esta de la que llevo hablando todo el artículo, empezando por el mismo título. ¿Cómo íbamos a querer vencer sobre nadie, cuando nuestro mayor deseo era anunciar a todos aquello que nos da la vida?

4 comentarios:

Angelo dijo...

Felicidades. Chapó por el post. Me ha encantado. De las pocas que realmente hablan de la Pascua en su alegría verdadera.En la Vigilia Pascual, bautizaron a dos chicas veinteañeras y lo que me llamó la atención, fué su expresión facial tras recibir los sacramentos. Allí estaba la luz y gozo de la resurección. Los cristianos de hoy tienen que descubrir que la Resucción es el fundamento de nuestra fe. Sin ella la cruz es un fracaso, no sirve, nadie hubiera seguido a un crucificado. La Cruz adquiere su sentido con la resurección y como tú dices, pocos la viven de verdad en sus vidas. Gracias por invitarnos a reflexionar. Un saludo

Rafael dijo...

Hola, Susana, ¿se puede pasar? !!.
He estado hojeando tu blog y en él he percibido un aire de familia, una atmósfera del corazón que identificas como propia y que, en seguida, haces tuya.¡Enhorabuena!
Estoy totalmente de acuerdo contigo en la orientación y el contenido del post. La Pascua de Resurrección no necesita espectadores. El mismo Cristo reserva su manifesatciones a los testigos que Él se ha escogido y de ellos hace sus apóstoles. Esta certeza fundamental rige toda la existencia cristiana y domina la moral que ahora ya se impone al hombre nuevo, re-nacido en Cristo.
Un abrazo resucitado y resucitador.
Rafa

Sinretorno dijo...

Muchas gracias por tu ánimo y oraciones. De verdad. Un abrazo.

Rosa dijo...

Me había desconectado un poco del mundo de los blog, por razones que no vienen al caso. Me ha encantado leer tus últimas entradas. Un abrazo